De alternativas, heterodoxias, y otras disidencias.

domingo, 3 de enero de 2010

AGORAfilia y AGORAfobia (7bis): Por qué Sinesio no quería ser obispo

En respuesta a un comentario que no entendía las razones de Sinesio para rechazar, en principio -pues luego lo acepta-, el cargo de obispo, siendo como era un cristiano y habiéndose casado por el ritual cristiano, quisiera añadir algunos datos esclarecedores. En primer lugar, y antes de toda especulación, hay que escuchar lo que él mismo nos dice en su carta 105 que, a la sazón, escribió consciente de que, aunque dirigida a su hermano, "sin duda serán muchos los que lean la carta". En efecto, siglos después aquí estamos nosotros leyendo esta curiosa epístola que comienza del siguiente modo:

"Un necio sería yo si no les estuviera muy agradecido a los ciudadanos de Ptolemaida porque me consideran digno de lo que ni siquiera yo mismo me considero".

Lo primero que le preocupa a Sinesio es no estar a la altura del cargo.

"Yo siempre reparto mi tiempo entre estas dos cosas, la diversión y el estudio: estudiando, más que nada los temas divinos, me aíslo, mientras que, divirtiéndome, soy el más accesible".

Sin embargo, muy distintas han de ser, según Sinesio, las costumbres de un sacerdote:

"Para que cumpla con su compromiso lo vigilan miles de ojos, cuya utilidad es nula o poca si no se trata de alguien ya predispuesto , sensato y que no se rinde a ningún tipo de deleite. Además, en todo lo concerniente a Dios no podría aislarse sino que tendría que ser el más accesible a todos, un doctor de la ley que proclama lo legislado".

En segundo lugar, como ya hemos visto, no quiere renunciar ni a su mujer ni a sus ideas filosóficas platónicas.

Para terminar, y en relación no ya sólo a sus ideas filosóficas sino a su idea de lo que es la misma labor filosófica, nos expone su aristocrática -y muy platónica- concepción del saber, sin duda compartida por el círculo de Hipatia. Se trata del conflicto, habitual en la época, entre enseñanzas esotéricas, internas y para unos pocos expertos, y exotéricas, públicas y para el vulgo. El siguiente pasaje es bastante explícito al respecto:

"Lo mismo que la oscuridad es más beneficiosa para quienes tienen los ojos enfermos, así también acepto que para el vulgo la mentira constituya un beneficio y un perjuicio la verdad para quienes no son capaces de fijar la mirada en el radiante brillo de la esencia".

¿Qué puede hacer, con estas convicciones, un sacerdote, un obispo? He aquí la curiosa respuesta de Sinesio:

"Si esto me lo consienten las leyes del ministerio sagrado que voy a desempeñar, podría ejercerlo de la siguiente manera: en privado me dedicaré a la filosofía, pero en público contaré fábulas en mis enseñanzas".

Ahora dice "fábulas", pero antes ha dicho literalmente "mentiras", como beneficiosas para el vulgo. ¿Mentiras piadosas? Si hay una convicción firme para Sinesio es la siguiente:

"La verdad de lo divino debe ser algo inefable, la masa necesita un procedimiento distinto".

A cada cual, según sus capacidades. Sólo los más capacitados se atreven "a fijar la mirada en el radiante brillo de la esencia".

Tal concepción es compartida por platónicos, gnósticos, iluminados, espirituales, cátaros y, en general, sabios y chamanes de todos los tiempos y lugares, que saben que los cerdos desprecian las perlas, y que el camino que lleva al conocimiento es estrecho y escarpado, no apto precisamente para rebaños.

En mi opinión, el principal problema de Sinesio con el cargo que le ofrecen es que, por un lado, se siente más un filosófico lobo estepario que un religioso pastor de corderos, y, por otro, que le llaman más los disfrutes mundanos que los rigores monásticos. A pesar de todo, ocupó la sede episcopal. Con los malos tiempos que corrían para la heterodoxia, tuvo la precaución de morirse antes de presenciar el horrible asesinato de su maestra Hipatia...y antes de despertar las sospechas entre fanáticos de la ortodoxia, como nuestro amigo Cirilo de Alejandría.

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Filósofo, poeta, y antropólogo un tanto misántropo