De alternativas, heterodoxias, y otras disidencias.

miércoles, 30 de diciembre de 2009

AGORAfilia y AGORAfobia (8bis): Cirilo versus Sinesio

Se me olvidaba decir que en el epistolario de Sinesio hay una carta (la nº 12) dirigida a Cirilo. Veamos cómo comienza:

“Vuelve, hermano Cirilo, junto a tu madre la Iglesia, de la que no fuiste separado de un tajo, sino que se te apartó durante un periodo determinado por la consideración que merecen tus faltas.”

No sabemos qué tipo de faltas eran esas, pero el caso es que conllevaron una suspensión temporal de las funciones de Cirilo como obispo (lit. próedros, “guía”). Aunque algunos estudiosos defienden que no se trata de Cirilo de Alejandría, otros investigadores, siguiendo a Wolfgang Meyer[1], sostienen no sólo que esta carta está dirigida al futuro arzobispo de Alejandría, sino que el tono de reproche con que Sinesio se dirige a Cirilo tendría que ver, a la larga, con el asesinato de Hipatia, amiga y maestra de Sinesio. Si así fuese, el asesinato de Hipatia podría interpretarse como un ajuste de cuentas de Cirilo con Sinesio. Desde luego, sería de una crueldad intolerable, si tenemos en cuenta que se trataría de una venganza post mortem, pues Sinesio ya había muerto dos o tres años antes de esos cruentos sucesos. Mas no sería nada extraño en un personaje que, no contento con excomulgar a Nestorio en el concilio de Éfeso, insistió en que se añadiese a los cánones de dicho concilio una lista de hasta doce anatematismos (del tipo: “si alguno no confiesa…tal y tal…sea anatema”). Con una saña vengativa poco acorde con las supuestas virtudes de un futuro santo de la Iglesia…

[1] W. A. MEYER, Hypatia von Alexandrien. Ein Beitrag zur Geschichte des Neuplatonismus, Heidelberg, 1886

miércoles, 23 de diciembre de 2009

AGORAfilia y AGORAfobia (8): La dudosa santidad de Cirilo de Alejandría

No voy a ser yo quien acuse a Cirilo de Alejandría de la horrible muerte de Hipatia: ya lo ha hecho Amenábar en su película, interpretando –por esta vez, con bastante fidelidad- las principales fuentes documentales que conservamos. Me limitaré a aportar algunas perspectivas para ayudar a trazar el perfil de un personaje que, aunque es titular de una plaza en el santoral, como un santo pastor entre las ovejas cristianas… también ha de tener su segunda vivienda en el infierno, cabrón entre cabrones, pues fue una pesadilla para muchos, algunos de los cuales, para más inri, eran tan cristianos como él.

Para empezar, quisiera mostrar el marcado contraste entre este “santo padre” –así considerado por las iglesias Católica, Ortodoxa y Copta- y un contemporáneo suyo que ya nos es familiar: Sinesio de Cirene. Ambos nacieron más o menos en la misma fecha, 370, y ambos ejercieron de “supervisores” –eso significa literalmente episcopos, obispo-, el uno en Alejandría y el otro en la Ptolemaida. Pero aquí terminan las semejanzas, pues mientras Sinesio fue, como sabemos –porque él, en su carta 105, se encargó bien de que lo supiésemos- un obispo casado y padre de tres hijos, Cirilo estaba soltero y sin hijos -que sepamos-, aunque ello no fuese obstáculo para convertirse en “padre” de la Iglesia…

Sinesio es alumno de Hipatia, y le es fiel, como hemos visto (carta 124), más allá de la muerte…mientras que Cirilo no sólo no asiste a las clases de Hipatia –a las que, como sabemos, asistían muchos cristianos cultos y poderosos- sino que, por los hechos, parece que la odiaba a muerte…

Mientras que Sinesio rechaza en principio el cargo de obispo –que, sin embargo, le ofrecían por aclamación-, Cirilo sucede a Teófilo en Alejandría de un modo un tanto dudoso y conflictivo: según Sócrates Escolástico, fue causa de todo un motín en Alejandría, pues se hizo con el poder contra la opinión de muchos, que preferían al archidiácono Timoteo. Al aceptar el cargo, Sinesio deja bien claro –carta 105- que no va a renunciar a sus ideas filosóficas platónicas, aunque contradigan la ortodoxia; por el contrario, Cirilo ejercerá implacable –y hasta con saña- de paladín de la ortodoxia y martillo de herejes -véanse, si se tiene tiempo y humor, los 10 tomos que ocupa su obra en la Patrología Griega de Migne (68 a 77), gran parte de los cuales está dedicada a combatir la herejía de Nestorio-.

Precisamente, una de las heterodoxas concepciones de Sinesio había sido la de un Espíritu Santo en femenino: Espiración Santa –traducción literal de Hagía Pnoía-, a la cual llama “madre” y “la que dio a luz a la raíz oculta” (Himno 2), tal vez haciéndose eco de la corriente gnóstica que estaba intentando reubicar a la ancestral Diosa Madre en un panteón –ahora desierto y patriarcal- del que había sido desalojada.

Muy distinto fue el empeño de Cirilo de imponer una extraña concepción ginecológica que salvaguardase la consustancialidad del Padre y del Hijo, a saber: que María, por si no tenía poco misterio con ser Virgen, también era Theotokos, Madre de Dios. Lo cual, por un lado, no quiere decir que sea el origen de Dios –pues Dios es anterior a ella-, y por otro, nada tiene que ver con la Diosa Madre. Clarísimo… ¿no?

Sea como fuere, la idea triunfó y sirvió para machacar a Nestorio en el concilio de Éfeso, en 431. Merece la pena detenerse a echar un vistazo a ese concilio…tan poco conciliador -¿lo ha sido alguno?- que se ha llamado ecuménico -lit. “para todo el mundo habitado”-, cuando lo cierto es que fue una reunión bastante provinciana, amañada y monocolor. Decía Gregorio Nacianceno en 382 “que no ha visto que ningún concilio tenga éxito ni que remedie los males, al contrario, que los aumenta”. La cita es de José María Blázquez Martínez, catedrático emérito de Historia Antigua en la Universidad Complutense y académico numerario de la Real Academia de la Historia. De la mano de tan erudita y prestigiosa autoridad, cerraremos este perfil de Cirilo de Alejandría. Tal vez responsable del horrible asesinato de Hipatia, perseguidor de paganos, judíos y cristianos heterodoxos, al conseguir el nombramiento como patriarca de Alejandría,

“la primera medida que tomó Cirilo fue cerrar las iglesias de los novacianos, y apoderarse de todos los objetos sagrados que guardaban, y quitó al obispo novaciano Teopompo todo lo que poseía. Había motivos de lucro en cerrar las iglesias de los contrarios, no razones de fe, es decir, avaricia”[1].

Pero no acaba aquí la cosa:

“Los sobornos del patriarca de Alejandría, Cirilo (370/444), es el caso conocido más descarado y cínico de sobornos. Llegó a sobornar, no sólo a la corte imperial de Constantinopla, sino hasta al mismo emperador (…)

Realmente, lo que sucedía en tiempos de los Concilios de Éfeso y de Calcedonia (451) fue una feroz lucha por el poder entre las Iglesias de Alejandría y de Constantinopla, como muy bien afirmó Gregorio Nacianceno en el texto mencionado. Se luchaba en los Concilios por el poder. Por ambiciones desmesuradas, Teófilo de Alejandría y su sobrino Cirilo, lucharon duramente para que Juan Crisóstomo y Nestorio fueran depuestos de las sedes de la capital del Imperio bizantino, y lo consiguieron sobornando a los emperadores y a la corte. Con sobornos se compraba a los emperadores, que constituían la más elevada autoridad dentro de la Iglesia, cuya decisión era definitiva”[2].

Con santos así… para qué queremos diablos…



[2] BLAZQUEZ, J.M., “El soborno en la Iglesia Antigua”; en: G. Bravo - R. González Salinero (eds.), La corrupción en el mundo romano, Madrid, Signifer, 2008, 249-263


domingo, 20 de diciembre de 2009

AGORAfilia y AGORAfobia (7): Sinesio, cristiano heterodoxo

Que Sinesio de Cirene compartía con la divina Hipatia el interés por la mística pitagórica de los números celestes queda bien claro, además de por lo ya referido anteriormente, por estas palabras que aparecen en su breve tratado –en realidad, una larga epístola- titulado A Peonio, sobre el regalo: “Y es que la astronomía es ella misma una ciencia muy digna y quizá podría servir de ascenso hacia algo aún más venerable: yo la considero un paso ya próximo a la inefable teología”. Precisamente en ese tratado cita un bello poema de Ptolomeo, en el que el príncipe de los astrónomos confiesa:

“Sé que soy mortal y efímero, pero, cuando de los astros / investigo las continuas revoluciones circulares, / ya no toco con mis pies la tierra, sino que junto al propio / Zeus me sacio de ambrosía, alimento de los dioses” (Antología Palatina IX 577)

(Estaba pensando en cuán diferente es el paradigma de la ciencia actual, en el que los astrónomos raramente son poetas y mucho menos místicos…Y no será por falta de concepciones colosales –v. g. el Big Bang- y de visiones sublimes –v. g. las nebulosas o las galaxias contempladas con el ojo mágico del telescopio-)

Amigo tanto de las armas y la caza, como de los caballos y los libros, Sinesio residió en Alejandría durante tres o cuatro años (393-395), en los que fue un alumno aplicado de Hipatia. En su siguiente estancia en Alejandría, en 403, contrae matrimonio con una cristiana de la nobleza, y será el arzobispo Teófilo quien les case. Tendrá tres hijos con ella, dos de ellos gemelos, que trágicamente morirán uno tras otro y antes que él en menos de diez años. Curiosamente, siendo ya obispo, se consuela de tales muertes leyendo no la Biblia sino a Epícteto (carta 126). Es en el año 410 cuando, muerto el metropolitano de la Ptolemaida, el pueblo y el clero lo aclaman como sucesor en el episcopado. Se niega rotundamente al principio, y luego acepta no sin poner una serie de condiciones, entre las cuales está el conservar tanto a su mujer como a sus convicciones platónicas sobre la preexistencia del alma y su inmortalidad –que no resurrección-, así como la eternidad del universo. Leamos algunos extractos de la carta 105, dirigida en el verano de 410 a su hermano Evoptio:

“A mí, fueron, en efecto, Dios, la ley y la sagrada mano de Teófilo quienes me entregaron a mi mujer. Declaro, pues, públicamente y ante todos doy testimonio de que yo en absoluto me separaré de ella y tampoco conviviré con ella a escondidas como un adúltero (que lo uno no es piadoso y lo otro no es legal), sino que mi deseo y mi ruego serán tener muchísimos y buenos hijos”.

“Es difícil, por no decir de todo punto imposible, sacudirse las doctrinas que han llegado a ser demostradas científicamente y sabes también que, muchas veces, la filosofía choca de plano contra esas otras doctrinas más divulgadas. Seguro que yo nunca sostendré la creencia de que el origen del alma es posterior al cuerpo. No admitiré que al cosmos y a sus partes les espera una destrucción conjunta. La tan traída y llevada resurrección la considero algo sagrado e inefable y bien lejos estoy de coincidir con la opinión de la masa”.

“Si me llaman a este sagrado ministerio, no me resignaré a sostener fingidamente unas doctrinas: de ello pongo a Dios por testigo y también a los hombres”.

Fue bautizado posteriormente a su elección como obispo, aunque ya era cristiano cuando asistió a las clases de Hipatia. Precisamente algunos de los Himnos que escribió en esa época reflejan su gnóstica y heterodoxa concepción de algunos de los dogmas cristianos, como el de la Trinidad, así como sus visiones de astronomía mística. Así comienza el Himno 5:

“De nuevo la luz, de nuevo la aurora, de nuevo el día resplandece tras la tiniebla noctívaga. Canta de nuevo, corazón mío, en himnos mañaneros a Dios, que dio la luz a la aurora, que dio a la noche estrellas, coro que danza alrededor del universo”.

Y así describe a la Trinidad:

“La única fuente, la única raíz brilla bajo la forma de una triple luz: pues allí el abismo del Padre, allí también el Hijo glorioso, ese alumbramiento del corazón, sabiduría artesana del universo, y el resplandor de unidad de la Espiración Santa brilla”.

Obsérvese que al Espíritu Santo lo nombra en femenino: Hagías Pnoiâs: Santa Espiración o Exhalación. Tendremos ocasión de comentar estas sorprendentes y heterodoxas concepciones teológicas.

Platónico de ideas, y de gustos muy mundanos, el obispo casado Sinesio no deja de sorprendernos con sus esotéricos intereses. Regresando a su hogar tras una visita a Alejandría en 405, escribe un tratado “inspirado por Dios mismo” –según sus propias palabras- titulado Sobre los sueños, que enseguida envía a Hipatia para que le dé su visto bueno. En él defiende la capacidad humana para la adivinación y predicción del futuro, basándose en la interpretación de los sueños que aprendió de la filosofía neoplatónica. Junto con este tratado envía otro a su maestra, también para su supervisión, titulado Dión, o sobre su norma de vida. En él nombra como los más santos y sabios de los hombres a Amón, Zoroastro, San Antonio (el ermitaño) y Hermes. Cita también los escritos herméticos, así como los Oráculos Caldeos, en otras obras suyas, y desde luego están presentes en las imágenes utilizadas en sus Himnos.

Un episodio enigmático es la petición desesperada que en la carta 15 le hace a su maestra Hipatia para que le fabrique un “hidroscopio”, diciéndole literalmente: “La fortuna me es tan desfavorable que necesito un hidroscopio”. Frente a aquellos que defienden que se trata de un instrumento sólo utilizable para experimentos químicos, Dzielska, apoyada en una obra astrológica de la época, en la que Hefestión de Tebas afirma que el hidroscopio se puede utilizar para la adivinación y la preparación de horóscopos, sostiene lo siguiente: “Sinesio, dominado por la desesperación, abandonado por sus familiares más cercanos, busca consuelo y liberación en la hidromancia. Quiere consultar a los dioses del agua sobre su futuro”. (DZIELSKA 2006:91)

A todo ello se suma el curioso hecho de que uno de los primeros tratados de alquimia helenística conocidos se le atribuya a Sinesio; se trata de la carta titulada De Sinesio el filósofo a Dióscoro, anotaciones al libro de Demócrito. Como dice Dzielska, “no es sorprendente que este discípulo de Hipatia (y quizá de Teón), enfrascado en la interpretación de los sueños, la astrología y los experimentos físicos, llegue a ser reconocido como uno de los primeros expertos en los secretos de la alquimia”. (DZIELSKA 2006:91-92)

viernes, 11 de diciembre de 2009

AGORAfilia y AGORAfobia (6): Sinesio, el fiel discípulo de la venerable Hipatia

Si hay un detalle en la película de Amenábar que me incomode especialmente es la manipulación de la figura de Sinesio en las escenas finales. En primer lugar, no podría en modo alguno haber estado presente en los momentos finales de Hipatia…pues había muerto dos o tres años antes, en 413. Precisamente en este año, al borde de la muerte, le escribe tres cartas (10, 16 y 81) en las que le pide consuelo para su desesperada situación. Lejos de traicionar a su maestra, o cuando menos justificar su condena, tal como sugiere el guión, Sinesio le es fiel hasta la muerte, como ya le había prometido años antes, en 396, en una carta apasionada que comenzaba con unos versos de la Iliada: “aun cuando uno se olvide de los muertos en la mansión de Hades, yo, incluso allí, me acordaré”…a los que añade: “de la querida Hipatia” (carta 124). Ya hemos citado anteriormente los respetuosos tratamientos con los que se dirigía a su maestra. Añadiremos hoy uno especialmente significativo, que aparece en una de esas últimas cartas, la 81: “y lo cierto es que, aparte de la virtud, eres tú a quien considero un bien inviolable (agathòn ásylon).” Por cierto, que en esa misma carta nos refiere lo que podrían ser tal vez las únicas palabras textuales que conservamos de Hipatia, a saber, la forma cariñosa en que acostumbraba ella a dirigirse a él: “tú me llamabas «el bien de los demás (allóttrion agathòn)»”. Amigos así no se traicionan, sobre todo si el motivo había de ser una cuestión de ortodoxia, a la cual eran ajenos tanto Hipatia como Sinesio. Tendremos ocasión de comprobar lo alejado que estaba Sinesio de los rigores dogmáticos de la ortodoxia.

Otro detalle que no encaja con respecto a Hipatia es que no pasan los años por ella, cuando en la película se abarca un periodo de casi 25 años: del 391, fecha de destrucción del Serapeo, hasta el 415, fecha del asesinato de Hipatia. Amenábar parece también aquí apostar por la leyenda de una Hipatia no sólo muy sabia, sino también muy bella hasta el momento mismo de su muerte, cuando es probable que al morir contase con más de 50 o incluso más de 60 años. Así lo da a entender en su Cronografía Juan Malalas (†578), cuando, después de describir su muerte, dice taxativamente: “era una mujer vieja (palaià gynê)”. Y así parece sugerirlo el hecho de que en la enciclopedia bizantina Suda (s. X) se refiera que Hipatia alcanzó su madurez o florecimiento (acmé), que se calculaba en torno a los 40 años, bajo el reinado de Arcadio, es decir, entre 395 y 408; si así fue, al morir en 415 tendría entre 47 y 60 años, es decir que es muy probable que superara los 50. Y es lógico que así fuese, sobre todo por el respeto del que gozaba entre los políticos de su tiempo, que se dejaban aconsejar por ella. Además, lo contrario es bastante improbable, pues si fijamos su nacimiento, como quieren algunos, en torno a 370, tendríamos a una Hipatia dando clases en 393 a un Sinesio de su misma edad: ¡23 años! Insisto, no concuerda con el trato respetuoso que siempre le da Sinesio en sus cartas, en especial en una de las últimas, donde la llama “madre, hermana, maestra” (carta 16) No parece muy probable que se le ocurriese llamar “madre” a una mujer de su misma edad…

Datos personales

Filósofo, poeta, y antropólogo un tanto misántropo