De alternativas, heterodoxias, y otras disidencias.

domingo, 20 de diciembre de 2009

AGORAfilia y AGORAfobia (7): Sinesio, cristiano heterodoxo

Que Sinesio de Cirene compartía con la divina Hipatia el interés por la mística pitagórica de los números celestes queda bien claro, además de por lo ya referido anteriormente, por estas palabras que aparecen en su breve tratado –en realidad, una larga epístola- titulado A Peonio, sobre el regalo: “Y es que la astronomía es ella misma una ciencia muy digna y quizá podría servir de ascenso hacia algo aún más venerable: yo la considero un paso ya próximo a la inefable teología”. Precisamente en ese tratado cita un bello poema de Ptolomeo, en el que el príncipe de los astrónomos confiesa:

“Sé que soy mortal y efímero, pero, cuando de los astros / investigo las continuas revoluciones circulares, / ya no toco con mis pies la tierra, sino que junto al propio / Zeus me sacio de ambrosía, alimento de los dioses” (Antología Palatina IX 577)

(Estaba pensando en cuán diferente es el paradigma de la ciencia actual, en el que los astrónomos raramente son poetas y mucho menos místicos…Y no será por falta de concepciones colosales –v. g. el Big Bang- y de visiones sublimes –v. g. las nebulosas o las galaxias contempladas con el ojo mágico del telescopio-)

Amigo tanto de las armas y la caza, como de los caballos y los libros, Sinesio residió en Alejandría durante tres o cuatro años (393-395), en los que fue un alumno aplicado de Hipatia. En su siguiente estancia en Alejandría, en 403, contrae matrimonio con una cristiana de la nobleza, y será el arzobispo Teófilo quien les case. Tendrá tres hijos con ella, dos de ellos gemelos, que trágicamente morirán uno tras otro y antes que él en menos de diez años. Curiosamente, siendo ya obispo, se consuela de tales muertes leyendo no la Biblia sino a Epícteto (carta 126). Es en el año 410 cuando, muerto el metropolitano de la Ptolemaida, el pueblo y el clero lo aclaman como sucesor en el episcopado. Se niega rotundamente al principio, y luego acepta no sin poner una serie de condiciones, entre las cuales está el conservar tanto a su mujer como a sus convicciones platónicas sobre la preexistencia del alma y su inmortalidad –que no resurrección-, así como la eternidad del universo. Leamos algunos extractos de la carta 105, dirigida en el verano de 410 a su hermano Evoptio:

“A mí, fueron, en efecto, Dios, la ley y la sagrada mano de Teófilo quienes me entregaron a mi mujer. Declaro, pues, públicamente y ante todos doy testimonio de que yo en absoluto me separaré de ella y tampoco conviviré con ella a escondidas como un adúltero (que lo uno no es piadoso y lo otro no es legal), sino que mi deseo y mi ruego serán tener muchísimos y buenos hijos”.

“Es difícil, por no decir de todo punto imposible, sacudirse las doctrinas que han llegado a ser demostradas científicamente y sabes también que, muchas veces, la filosofía choca de plano contra esas otras doctrinas más divulgadas. Seguro que yo nunca sostendré la creencia de que el origen del alma es posterior al cuerpo. No admitiré que al cosmos y a sus partes les espera una destrucción conjunta. La tan traída y llevada resurrección la considero algo sagrado e inefable y bien lejos estoy de coincidir con la opinión de la masa”.

“Si me llaman a este sagrado ministerio, no me resignaré a sostener fingidamente unas doctrinas: de ello pongo a Dios por testigo y también a los hombres”.

Fue bautizado posteriormente a su elección como obispo, aunque ya era cristiano cuando asistió a las clases de Hipatia. Precisamente algunos de los Himnos que escribió en esa época reflejan su gnóstica y heterodoxa concepción de algunos de los dogmas cristianos, como el de la Trinidad, así como sus visiones de astronomía mística. Así comienza el Himno 5:

“De nuevo la luz, de nuevo la aurora, de nuevo el día resplandece tras la tiniebla noctívaga. Canta de nuevo, corazón mío, en himnos mañaneros a Dios, que dio la luz a la aurora, que dio a la noche estrellas, coro que danza alrededor del universo”.

Y así describe a la Trinidad:

“La única fuente, la única raíz brilla bajo la forma de una triple luz: pues allí el abismo del Padre, allí también el Hijo glorioso, ese alumbramiento del corazón, sabiduría artesana del universo, y el resplandor de unidad de la Espiración Santa brilla”.

Obsérvese que al Espíritu Santo lo nombra en femenino: Hagías Pnoiâs: Santa Espiración o Exhalación. Tendremos ocasión de comentar estas sorprendentes y heterodoxas concepciones teológicas.

Platónico de ideas, y de gustos muy mundanos, el obispo casado Sinesio no deja de sorprendernos con sus esotéricos intereses. Regresando a su hogar tras una visita a Alejandría en 405, escribe un tratado “inspirado por Dios mismo” –según sus propias palabras- titulado Sobre los sueños, que enseguida envía a Hipatia para que le dé su visto bueno. En él defiende la capacidad humana para la adivinación y predicción del futuro, basándose en la interpretación de los sueños que aprendió de la filosofía neoplatónica. Junto con este tratado envía otro a su maestra, también para su supervisión, titulado Dión, o sobre su norma de vida. En él nombra como los más santos y sabios de los hombres a Amón, Zoroastro, San Antonio (el ermitaño) y Hermes. Cita también los escritos herméticos, así como los Oráculos Caldeos, en otras obras suyas, y desde luego están presentes en las imágenes utilizadas en sus Himnos.

Un episodio enigmático es la petición desesperada que en la carta 15 le hace a su maestra Hipatia para que le fabrique un “hidroscopio”, diciéndole literalmente: “La fortuna me es tan desfavorable que necesito un hidroscopio”. Frente a aquellos que defienden que se trata de un instrumento sólo utilizable para experimentos químicos, Dzielska, apoyada en una obra astrológica de la época, en la que Hefestión de Tebas afirma que el hidroscopio se puede utilizar para la adivinación y la preparación de horóscopos, sostiene lo siguiente: “Sinesio, dominado por la desesperación, abandonado por sus familiares más cercanos, busca consuelo y liberación en la hidromancia. Quiere consultar a los dioses del agua sobre su futuro”. (DZIELSKA 2006:91)

A todo ello se suma el curioso hecho de que uno de los primeros tratados de alquimia helenística conocidos se le atribuya a Sinesio; se trata de la carta titulada De Sinesio el filósofo a Dióscoro, anotaciones al libro de Demócrito. Como dice Dzielska, “no es sorprendente que este discípulo de Hipatia (y quizá de Teón), enfrascado en la interpretación de los sueños, la astrología y los experimentos físicos, llegue a ser reconocido como uno de los primeros expertos en los secretos de la alquimia”. (DZIELSKA 2006:91-92)

1 comentario:

  1. ¿Por qué alguien como Sinesio, un cristiano que sigue el ritual del matrimonio y que parece devoto a esta religión rechaza el cargo de ese modo de obispo, cuando debería ser un honor ser nombrado obispo?,¿ qué razones tendría para no quererlo? es bastante contradictorio el que siguiese sa religión pero no quisiese tal cargo, ¿podría por tanto tener algo en contra de la Iglesia?

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Filósofo, poeta, y antropólogo un tanto misántropo