De alternativas, heterodoxias, y otras disidencias.

martes, 4 de mayo de 2010

AGORAfilia y AGORAfobia (11): La otra biblioteca perdida

Probablemente el suceso crucial de la película AGORA, si exceptuamos el asesinato de Hipatia, es la destrucción de Serapeo en 392 por parte de las turbas cristianas que, acompañadas por soldados, interpretaban así el decreto promulgado por Teodosio en 391en el cual se decía que “nadie irá a los santuarios, paseará por los templos, o elevará sus ojos a estatuas creadas por obra del hombre”. Se suele asociar a esa destrucción la de los restos de la biblioteca de Alejandría, la llamada biblioteca-hija del Serapeo, pues la biblioteca madre ya había sido saqueada en 272, en tiempos de Aureliano, y en 297, con Diocleciano.
A la vista de sucesos tan lamentables, no es de extrañar que la película, igual que la leyenda, asocie la muerte de Hipatia con la destrucción de la biblioteca de Alejandría, y que muestre ambos sucesos como el símbolo trágico de la muerte de la cultura clásica y la religión pagana a manos del cristianismo triunfante.

Hemos ido comprobando, en esta serie de artículos que han dado cuerpo a este blog, cómo tal opinión es bastante reduccionista, maniquea y, en definitiva, inexacta. Para incidir en ello y comprobar cómo el resultado estuvo muy lejos de ser Cristianos 1 – Paganos 0, hoy vamos a hablar de otra biblioteca, mucho más pequeña pero enormemente valiosa, contemporánea de la de Alejandría, que también estaba en Egipto, y que, en torno a las mismas fechas, si no fue destruida, fue porque se salvó por los pelos, a costa de perderse en el olvido encerrada en una vasija y enterrada en el desierto...hasta que quince siglos más tarde (¿casualmente?) vio de nuevo la luz y los ojos de nuevos lectores.

Anno Domini 1945. En ese año, algunos de los mejores cerebros de occidente trabajaban en el Proyecto Manhattan y conseguían parir un monstruo...para acabar con otro monstruo, y provocar un holocausto en respuesta a otro holocausto: el 16 de julio hacían explotar la primera bomba nuclear de fisión, y poco después arrojarían otras dos, el 6 y el 9 de agosto, sobre Hiroshima y Nagasaki.
Ajenos al inicio de la era atómica, en diciembre siete fellahin, campesinos egipcios, cabalgaban en sus camellos en busca de sabakh, especie de mantillo que utilizaban como fertilizante para sus cultivos.

Cuando llegaron a Jabal al-Tarif -un risco impresionante en la orilla izquierda del gran meandro del Nilo, cerca de Nag Hammadi, en la otra orilla, a sesenta y cinco kilómetros al noroeste del Valle de los Reyes y de Luxor- se pusieron a cavar y se toparon primero con un esqueleto humano y, a su lado, con una jarra de barro de unos sesenta centímetros de altura, con un cuenco tapando la parte superior, sellado con betún. Según cuenta uno de ellos, Muhammad 'Ali al-Samman, al principio no se atrevían a romperla, por miedo a que dentro morase algún jinn o espíritu. Pero como también podría ser que guardase algún tesoro, al fin la rompieron y, según su relato, de su interior salió volando un polvo de oro que ascendió hacia el cielo...El resto, para su decepción, no era más que una colección de viejos papiros encuadernados y forrados en cuero. De hecho, el “polvo de oro” no era otra cosa que papiro pulverizado reluciendo bajo el sol. Muhammad 'Ali desgarró los libros para repartir el “tesoro” con sus compañeros, pero ninguno quiso parte alguna del botín. Los envolvió entonces en su turbante, los colocó en los lomos de su camello, y los arrojó, al llegar a casa, sobre la paja del establo, junto a los animales. La madre de Muhammad reconoce que utilizó algunos de los papiros para encender el fuego y preparar la cena...¡Casi mil quinientos años enterrados...para acabar en la hoguera...!

Pero la historia no termina ahí. Al parecer, Muhammad 'Alí y su familia se hallaban involucrados en una reyerta de sangre con una tribu de una aldea vecina. El asunto había comenzado seis meses antes, cuando el padre de Muhammad, que trabajaba como vigilante de unas máquinas de riego importadas de Alemania, mató de un disparo a un intruso. La familia del intruso, por su parte, asesinó al padre de Alí al día siguiente. Un mes después del hallazgo de los manuscritos en Nag Hammadi, Muhammad y sus hermanos se enteraron de que el asesino de su padre estaba durmiendo
borracho al borde de la carretera. Cogieron sus azadones y se llegaron hasta el lugar donde estaba y, todavía dormido, lo mataron a golpes de zacho, le abrieron el pecho, le sacaron el corazón y se lo comieron, todavía caliente, en un acto digno de sacerdotes aztecas...si no fuera porque la maldición y la venganza oficiaban el rito en lugar de la plegaria y el sacrificio.
Lo que sigue no es menos truculento, pero sí más gris y vergonzoso y, por desgracia, más habitual: venta ilegal en el mercado negro de algunos manuscritos, celos entre los investigadores y disputas por la primacía de las ediciones, conflictos de intereses entre instituciones y demás sórdidas lindezas culpables de que la primera traducción completa de los textos, al inglés, se demorase más de treinta años...La traducción completa al castellano aun tardaría otros veinte años más, es decir medio siglo después de tan valioso descubrimiento... Pero, ¿de qué manuscritos estamos hablando?
Se trata de trece códices -en realidad, doce más unas hojas sueltas de otro códice perdido-, forrados con fundas de cuero, conteniendo 52 tratados escritos en copto sobre papiros datados en torno a finales del siglo IV. El copto es la lengua egipcia, la de Nefertiti y Akenaton, escrita con el alfabeto griego, al cual se añaden siete nuevos caracteres, tomados del demótico, que representan consonantes del egipcio que no existen en el griego. Muy cerca del lugar del hallazgo hay más de 150 cuevas, en algunas de las cuales se conservan pinturas e inscripciones funerarias del tiempo de la sexta dinastía, hace 4300 años. Por otra parte, si el pueblo más cercano al hallazgo es hoy Nag Hammadi, casi al lado del mismo, en la otra orilla, la del hallazgo, se hallan los restos de Kenosboskion, lugar donde en 320 San Pacomio fundó el primer monasterio cristiano. Unos cincuenta años después, tal vez algunos de esos monjes escribieran estos manuscritos -la mayoría, traducciones de documentos griegos anteriores-...para, al poco tiempo, verse obligados a sepultarlos.


Lo que hoy denominamos Biblioteca de Nag Hammadi es un conjunto de textos que reflejan un movimiento religioso místico y esotérico al que los expertos denominan gnosticismo debido a que, aunque el término abarca concepciones muy heterogéneas, todas parecen coincidir en la búsqueda de la salvación a través de la gnosis, en griego, “conocimiento”. La mayor parte de esos textos son también cristianos, muchos desconocidos hasta ahora y otros tan sólo por referencias o citas fragmentarias, pues se trata de escritos denominados apócrifos, término que para sus detractores era sinónimo de “falsos”. Ahora bien, conviene detenerse en el significado pleno de estos dos término griegos, que hoy como entonces corremos el riesgo de utilizar como meras etiquetas taxonómicas.

Sobre la gnosis y el gnosticismo es mucho lo que se ha escrito, y son muchos los eruditos empeñados en explicarnos las complejas cosmogonías y genealogías divinas de los distintos grupos de gnósticos. Por otro lado, hay muchos ocultistas de medio pelo, los nuevos gnósticos, que se apresuran a apropiarse de no se sabe qué herencia de sabiduría secreta legada supuestamente por los gnósticos de antaño. Lo cierto es que entre tantos árboles resulta difícil contemplar el bosque...

Los gnósticos buscaban un conocimiento que nada tenía que ver con la memoria o con los libros...aunque no por ello dejaron de leerlos y escribirlos. Buscaban una comprensión más allá del conocimiento mundano, y por ello les atrajo en seguida ese “reino” que no es de este mundo, esa visión que no es la percepción cotidiana, esa dimensión profunda de la realidad y de lo divino que parecía esconderse tras las palabras del maestro Jesús cuando decía aquello de “el que tenga oídos para oír, oiga”. Y lo buscaban tanto en el exterior como, sobre todo, en el interior, en ese recóndito lugar del alma donde se esconde la chispa divina. Pensaban que la mayoría de los hombres no consiguen conocer esa profunda realidad, y por eso las imágenes que describen este lamentable estado humano son las del dormido, el borracho, el ignorante, el enfermo, el cautivo en las tinieblas. Gnosis, de este modo, es sinónimo de despertar, de sanar y liberarse. ¿De qué hay que salvarse? Del naufragio que supone una vida en la ignorancia de lo que realmente se es. No hay otro pecado que el error de creer en “este” mundo, en este sistema convencional de valores, en esta ilusión y en esta farsa que nos vuelen sordos para la “música callada”, en este rumor de rebaños que nos aleja de la “soledad sonora”, en este bullicio que nos aturde y nos impide escuchar la sinfonía cósmica de la que hablaban los pitagóricos…El que tenga oídos para oír

En cuanto al término apócrifo, desde los tiempos de los primeros heresiólogos hasta hoy ha venido siendo utilizado como sinónimo de “falso” o “inauténtico”, y así se ha aplicado a los escritos cristianos no aceptados por la ortodoxia por considerarlos no inspirados o de falsa atribución. Sin embargo, si aplicamos rigurosamente ese criterio, hay que decir que ninguno de los evangelios considerados canónicos, salvo, tal vez el de Lucas, fue escrito, según la crítica, por los autores atribuidos por la tradición. Por lo tanto, todos serían apócrifos…
Apócrifo, en griego, significa, literalmente “escondido”, “oculto”, “secreto”. Con este sentido figura el término en algunas de las obras encontradas en Nag Hammadi, como el “Apocrifon de Juan”, o “Libro secreto de Juan”. Podría decirse, pues, que estos manuscritos son apócrifos en un triple sentido, a saber: porque, según la ortodoxia, no son escritos “auténticos”; porque se presentan como enseñanzas secretas; y, por si fuera poco, porque fueron escondidos literalmente hace más de quince siglos.



¿Quién, cuándo y por qué ocultó esos manuscritos? Aunque la respuesta a esta triple pregunta queda ya sugerida entre líneas, en breve –o, al menos, eso espero- nos sumergiremos en más profundas indagaciones…

1 comentario:

  1. Excelente nota... yo estudio Cristología y Filosofía de las Religiones y realmente el descubrimiento de la biblioteca ha afectado a la Sociedad seriamente (aunque la sociedad misma aún no lo sabe). Recientemente ha llegado al "pueblo" alguno de estos textos coptos, como el Evangelio de la Verdad, recientemente publicado por la cadena History Chanel, entre otras. Pareciera que los secretos aún osan de esconderse, ya que la información que se tiene de ellos (si no tienes las fuentes) es corrupta e inútl...

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Filósofo, poeta, y antropólogo un tanto misántropo